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¡HASTA ALLÁ! Palmar de las Islas

 

¡Hasta allá! - Palmar de las Islas

 
  • ¿A dónde están de ida? – pregunta Carlos Pinto, a quien encontramos por casualidad en Santiago de Chiquitos, pequeño pueblo en el municipio de Roboré, desde donde hemos decidido iniciar nuestro viaje. 
  • Al Palmar de las Islas – contestamos.
  • ¡¿Hasta allá?! – replica Carlos con ojos de plato.
  • ¡Hasta allá! – contestamos.

Carlos Pinto es de las pocas personas que, ha recorrido aquellos trechos y conoce las dificultades para poder llegar “hasta allá”. Hace poco más de diez años, trabajó en el área dejando junto con colegas investigadores, algunos de los escasos estudios científicos que se han realizado en esa remota zona, colindante a nuestro país vecino, Paraguay.

 

Carlos nos advierte que llegar hasta El Palmar es largo y tedioso. Sin embargo, en campo hay tantos factores que pueden variar incluso de un día al otro que, las condiciones reales en las que se encuentre el camino el preciso momento que se lo recorra, siempre serán una suerte de sorpresa. Es por esto que vamos decididos, convencidos que tendremos éxito en nuestro cometido, aunque más que decididos, equipados y preparados hasta los dientes para afrontar la travesía.

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El Palmar de las Islas, nuestro destino, se encuentra dentro del área protegida de carácter nacional de mayor tamaño en Bolivia, el Parque Nacional y Área de Manejo Integrado Kaa Iya del Gran Chaco que, a su vez pertenece a la jurisdicción del Gobierno Autónomo Indígena Guaraní y Campesino Charagua Iyambae de la provincia Cordillera, en el departamento de Santa Cruz.

 

El PN – ANMI Kaa Iya del Gran Chaco cuenta con tres vías de acceso principales, a través del pueblo de Charagua, una segunda desde la población de San José de Chiquitos en el municipio del mismo nombre y la tercera, que tomaremos en esta ocasión, a través del municipio de Roboré hacia el sur de su población capital.

 

Se calculan 70 kilómetros desde Roboré hasta el campamento Ripio Blanco al ingreso del Parque. Desde este punto hacia el interior del Parque a otros 70 kilómetros se encuentra el puesto militar Ravelo, que es el último resguardo de frontera antes de llegar a los límites con Paraguay. Recorriendo veinte kilómetros adicionales hacia el sur se encuentra el campamento Palmar de las Islas. En total nos espera un recorrido desde Roboré, hacia el sur, de 160 kilómetros. Hacer esta distancia en un automóvil sobre una carretera asfaltada, sin interrupciones mayores, puede lograrse en dos horas a una velocidad prudente. Sin embargo, en estos trechos en los que, nunca se sabe lo que puede suceder, donde todo depende del clima y el estado del camino, dos horas pueden fácilmente convertirse en dos días. Horas o días, atravesando uno de los bosques más importantes del mundo, el gran Chaco Americano.

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El Gran Chaco Americano

 

El camino que recorremos es de tierra y se encuentra a merced de las inclemencias del clima. Abrazado por el calor del Chaco, se presenta a manera de talco rojizo que, por tramos forma arenales en los cuales los vehículos pueden quedarse varados. Si llueve mucho, porque esa es la característica extrema de estos lares, o hace calor y la sequía se prolonga por meses o llueve en abundancia por corto tiempo, cuando esto sucede, los arenales se convierten en barriales donde, dependiendo de la profundidad y la experticia del conductor, también se corre el riesgo de quedarse varado.

 

Los bosques, las selvas, “el monte”, lugares que pueden parecer oscuros, misteriosos y hasta peligrosos para nosotros, son más que solo marañas de yerbas llenas de criaturas espeluznantes que nos asustan o nos quitan el sueño. Hoy en día los bosques son un elemento vital y los principales aliados en la lucha contra el cambio climático y la recuperación de nuestro planeta.  En realidad, los bosques son agrupaciones de seres vivos que, comparten afinidad por algunas o varias características del entorno físico como, por ejemplo, la temperatura, la humedad, la posición con respecto a la línea del Ecuador, el tipo de suelo o la altitud sobre el nivel del mar entre otras.

 

Estos ensambles tanto de plantas, animales, hongos, y seres de otros reinos (biológicos, no míticos), se han adaptado a lo largo de miles de años para subsistir de la mejor manera en los lugares donde hoy podemos encontrarlos y para hacerlo han tenido que, experimentar una suerte de pruebas entre aciertos y errores, generación tras generación, hasta llegar al punto en el que se encuentran hoy en día. Esto hace que, las relaciones que existen entre los seres vivos que conforman las comunidades de los bosques, dependan en su mayoría las unas de las otras.

 

Cada tipo de bosque tiene sus particularidades propias, una de ellas por ejemplo es cuando la mayoría de los árboles mantienen las hojas siempre verdes, como en la Amazonía, este tipo de bosques reciben el nombre de perennes, pero existen también otros tipos de bosques, como aquellos en los polos, que se mantienen congelados la mayor parte del tiempo y también aquellos en los cuales los árboles pierden de manera estacional la totalidad de sus hojas, dejando tallos y ramas desnudos formando paisajes que, generalmente pueden apreciarse en colores ocres que evocan cierta melancolía.

 

Este último tipo de bosques reciben el nombre de ´caducifolios´ y dentro de esta categoría se encuentran los bosques secos tropicales o subtropicales que, se encuentran en ambos hemisferios de la Tierra entre los 10 y 20 grados de latitud. El Gran Chaco Americano, es uno de los complejos boscosos más grandes y frágiles de nuestro planeta, cuanta con una superficie de más de 100 millones de hectáreas compartidas entre Argentina (62,19%), Paraguay (25,43%), Bolivia (11,61%) y Brasil (0,77%), junto con el Bosque Chiquitano (o Chiquitanía) exclusivamente de Bolivia y la Selva Lacandona del Sur de México son considerados como los bosques secos tropicales más biodiversos del mundo.

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Camino difícil ---- Bosque

 

Durante nuestro trayecto, a los costados podemos ver el bosque muy cerca de nosotros, compuesto por árboles de mediano porte que no pasan los diez o doce metros de altura. En medio de ellos la vegetación media y baja, entre bromelias y cactus, presenta todo tipo de plantas que parecen equipadas para una batalla, lianas, palos, puntas y muchas, muchas espinas. En los lugares en los que se ven algunos claros algo más abiertos, puede apreciarse como, incluso el suelo está cubierto de trampas espinosas, en su mayoría bromelias plantas que, parecen piñas sobresalientes de la tierra, cuyas hojas se han convertido en afilados serruchos vegetales. Estas plantas características de la zona, son comúnmente conocidas como “garabatá” y algunas especies en particular son de mucha importancia para los pueblos indígenas que habitan estas tierras.

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En esta zona donde todo parece estar equipado para defenderse, es difícil imaginarse como algo o alguien puede penetrar esta espesura, mucho menos moverse o desplazarse allí dentro. Sin embargo, este enorme bosque no sólo alberga diversas especies de animales que viven aquí y se han adaptado a este entorno, sino también etnias de pueblos indígenas, como por ejemplo los ayoreode, quienes llevan un estilo de vida nómada y se desplazan por diversas regiones del Chaco entre Bolivia y Paraguay.

La presencia de pueblos indígenas principalmente de los grupos Guaraníes, se remonta a tiempos pre colombinos y es una de las razones por las cuales gran parte del territorio se mantuvo en permanentes conflictos por derechos de uso y propiedad sobre el mismo. Actualmente el PN-ANMI Kaa Iya como área protegida, garantiza la subsistencia de tres pueblos originarios que, preservan su propia cosmovisión, su identidad y sus tradiciones. Este es uno de los principales valores culturales del Parque, donde uno de los grupos más singulares es sin duda la etnia ayoreode, considerada como pueblo no contactado el cual se mantiene en aislamiento voluntario en la zona, migra permanentemente y subsiste de los recursos naturales que provee el bosque seco.

 

Los registros que confirman la presencia de los ayoreode, consisten en avistamientos esporádicos e indicios como, huecos en troncos de árboles de los cuales se ha extraído miel, lugares de extracción artesanal de agua, restos de tizones de madera o chozas abandonadas, y pisadas, las cuales los estudios antropológicos describen como inconfundibles, ya que se encuentran justo en medio de las ´garabatá´, para evitar los afilados bordes de la planta. Registro inconfundible del paso de los no contactados.

 

Además de registrar el paso de los pueblos aislados, existen dos especies de garabatá utilizadas por las etnias indígenas, el dajudié o garabatá fino, principalmente en el chaco seco y el doequenejanei (Pseudananas sagenarius) o garabatá ordinaria de la Chiquitanía y chaco más húmedo, especies que proveen fibra para realizar cuerdas, armas, e indumentaria. Hoy en día también utilizada por las comunidades ayoreode y guaraní para la confección de tejidos tradicionales y su venta como artesanías que, se han convertido en una especie de opción económica. 

Entonces puede ir uno absorto en sus pensamientos, cuestionándose cosas como el movimiento que ocurre dentro del bosque y de repente como si el mismísimo camino respondiera preguntas que no han sido pronunciadas, se presentan ante nosotros un par de “jochis” y un poco más allá en una mancha de flores blancas recién caídas desde un hermoso e imponente toborochi, unos chanchos y por último una urina coqueta.

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Cada una de estas paradas hace que nuestros fotógrafos salten del auto con cámaras en mano para lograr disparos certeros que inmortalicen los animales que podemos ver para que éstos luego continúen su propio recorrido. Es una tarea de agilidad, paciencia, experticia y algo de suerte. Estos son los momentos en los que el camino responde que el chaco hierve no solo de calor sino también de vida y que no todo es tan agreste e inhóspito como pareciera, aunque pocos metros más tarde nos quedemos varados en uno de los barriales infranqueables a escasos dos kilómetros del ingreso al Kaa Iya.

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Llegada al Kaa Iya, Kaa Iya, Guardaparques

 

Caminamos los dos kilómetros que faltaban, Katia y yo, hasta llegar a Ripio Blanco para pedir ayuda a los guardaparques quienes, nos esperaban en el campamento. Al llegar, puede verse al ingreso un desgastado letrero como bienvenida, donde difícilmente se distinguen el nombre del área protegida y las normas legales que rigen sobre el territorio al que uno está por ingresar.

 

Existe la creencia de que al entrar al Kaa Iya, hay que pedirle permiso al “amo del monte” para que todo salga bien, yo soy solo una bióloga más en este mundo, o sea, nadie para cuestionar la fe de ningún pueblo. Por eso, con Katia humildemente, nos tomamos algunos minutos para quedarnos debajo del desgastado letrero de bienvenida, reflexionar y pedir permiso al “Iya” para entrar en sus dominios. Después de esto, anoticiamos a los guardas del infortunio en el que dejamos a nuestros compañeros de viaje, montamos la camioneta del Parque y salimos al rescate de los fotógrafos.

 

Después de sacar la vagoneta del camino llegamos a descansar a Ripio Blanco. Nuestro equipo está conformado por Katia Garrido, encargada de comunicación del área protegida, Andrés Unter, fotógrafo y Steffen Reichle, nuestro asesor científico y conductor en esta ocasión. Llegamos hermanados entre anécdotas, risas y por su puesto cubiertos de barro. Una vez en el campamento, frente a un mapa muy grande nos dan la bienvenida oficial nuestros anfitriones Don Nicolás Aguilera y Don Celso Méndez, guardaparques asignados durante este turno a este campamento y también para acompañarnos hasta el Palmar de las Islas.

 

  • Bueno, ahora sí bienvenidos al Kaa Iya – Nos dice Don Nicolás, y continúa con un tono orgulloso en la voz – Esta es el área protegida donde tenemos el bosque chaqueño en mejor estado de conservación del mundo. Esta es toda el área – nos muestra señalando el mapa.
  • Son tres millones cuatrocientas cuarenta y un mil ciento quince hectáreas, las que tiene el Parque – nos dice con certeza de aplomo, acotando información Don Celso.
 

Me deja sorprendida, además de la enorme superficie, la exactitud del número, así que espío un folleto que llevé conmigo desde la ciudad como referencia bibliográfica. Efectivamente así era, ni una más ni una menos de las que mencionó Don Celso 3.441.115 hectáreas. Casi tres millones y medio de hectáreas de uno de los bosques tropicales más productivos y biodiversos de Sudamérica.

  • El Parque cuenta con ocho campamentos activos – continúa Don Nico, quien  señala los campamentos en el mapa – Tucavaca, Estoraqui, Isoso, Charata, Yande yari, Guanaco, Misiones y este de aquí que es donde estamos que es Ripio Blanco. También dentro del Parque hay dos sitios RAMSAR – Nos señala los bañados del Isoso al lado oeste y mientras dirige el dedo hacia el lado este concluye – y este de aquí que es el Palmar de las Islas a donde vamos a ir mañana.
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Don Nicolás y Don Celso conocen muy bien el área protegida, Don Celso Méndez ha trabajado en Kaa Iya como guardaparque desde hace once años y Don Nicolás Aguilera lo ha hecho desde el año 1996, solo un año después de la creación del Parque.

 

Fueron varios los procesos que, históricamente influyeron para la consolidación de esta área protegida, entre algunos de ellos, en 1989, cuando se creó el Parque Nacional Histórico Santa Cruz la Vieja en el municipio de San José de Chiquitos, llamó la atención tanto a nivel regional como nacional la importancia y necesidad de crear un área protegida en el Chaco Cruceño. Algunos años más tarde se convirtió en prioridad nacional para el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), incluir un área protegida representativa de la Ecoregión Chaqueña para el país, contemplada en el Proyecto de Conservación de la Biodiversidad de Bolivia (PCBB), además del compromiso que se había asumido entre los gobiernos de Bolivia y Paraguay para consolidar áreas protegidas transfronterizas en el marco de la Cumbre de Desarrollo Sostenible llevada a cabo en Santa Cruz de la Sierra en 1994 donde se reconocía la fragilidad del ambiente chaqueño y sus ecosistemas.

 

Sin embargo, uno de los factores más influyentes y decisivos que impulsó la creación del área protegida como una medida de freno ante la amenaza de la expansión constante de la frontera agrícola, fue la voz del pueblo guaraní Isoseño quienes se manifestaron en defensa del ¨Ivi Iyambae¨ (tierra libre) y los recursos naturales de los cuales dependía y aún depende su propia existencia como pueblo indígena, bautizando el área propuesta como Kaa Iya (amo del monte).

 Es así que, el Parque Nacional y Área Nacional de Manejo Integrado Kaa Iya del Gran Chaco terminó siendo creado mediante Decreto Supremo 24122 el 21 de septiembre de 1995.

 

En Ripio Blanco no hay electricidad ni agua corrida. Por toda provisión de servicios básicos se cuenta con un sistema de almacenamiento de agua de lluvia y nada más. En este fin de mundo, son los propios guardaparques quienes se hacen cargo de todas las actividades cotidianas como la cocina y mantener el campamento aseado además de, sus obligaciones diarias que, consisten en realizar rondas de patrullaje, monitoreos permanentes de los avistamientos de fauna sin dejar de lado las labores administrativas como elaboración de informes de respaldo como constatación de su trabajo.

 

Es una labor de 24 horas entre tareas de campo, administrativas y domésticas que dura veintiséis días seguidos, con seis días de descanso entre turno y turno. Es así que, las veintiun personas que conforman el cuerpo de protección del PN – ANMI Kaa Iya, pasan poco más de tres cuartas partes del mes lejos de sus familias para que, nosotros (todos incluso más allá de nuestras fronteras) gocemos del aire puro y para que, se mantenga a buen resguardo el arca de la biodiversidad de nuestro país.

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Kaa Iya --- Palmar (Palmar Ramsar)

 

Noventa kilómetros adicionales nos separan de llegar a nuestra meta, este tramo es aún menos transitado que el primero, encontramos el camino mucho más angosto y mucho más cerrado. Las ramas de los árboles comienzan a castigar duramente el cromado del vehículo, produciendo un sonido que, imagino se parece al chillido interno del alma de Steffen, nuestro amigo, asesor científico, conductor y dueño de la movilidad.

 

Después de un tiempo el sonido producido por los arañazos a la vagoneta, se torna hasta rítmico y acompaña el vaivén del auto cuyas ruedas parecen ir cada una a un nivel distinto por las permanentes ondulaciones del camino. A los setenta kilómetros de recorrido llegamos al puesto militar Ravelo, es el último punto de resguardo fronterizo antes de llegar a los límites con Paraguay. El campamento se emplaza a las faldas del cerro San Miguel, que es el único punto de altura desde el cual puede apreciarse la magnitud y la uniformidad del Gran Chaco Americano en esta zona del país. Tanto el cerro como el campamento, además de estar dentro del Parque Kaa Iya, se encuentran ya dentro del área que abarca el ecosistema del Palmar de las Islas y Salinas de San José.

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Los últimos veinte kilómetros se tornan prácticamente en un repechaje en una trilla casi inexistente donde, es evidente que nadie ha circulado en semanas, quizá incluso meses, y entonces, por fin, llegamos a nuestro destino, al Palmar de las Islas, pero ¿qué hace tan especial al Palmar de las Islas como para que hayamos decidido llegar hasta allá?

Este lugar ha sido descrito de manera muy superficial en libros y son muy pocas, aunque impresionantes, las imágenes que existen de este gran humedal. A nivel global, los humedales son sistemas importantes como reguladores de los ciclos del agua, como fuentes indispensables de productividad primaria y como ecosistemas fundamentales para la mitigación de efectos producidos por el cambio climático.  Todos nos encontramos de una u otra manera vinculados a los humedales, donde sea que estos se encuentren, pues son las partes indispensables de la maquinaria natural que produce el recurso más importante del que todos dependemos, el agua.

 

El Palmar de las Islas y Salinas de San José, es en realidad un gran humedal de 856.754 hectáreas que, se encuentra en medio del bosque seco del Gran Chaco Americano. Este ecosistema está conformado por una serie de venas de ríos, canales y lagunas que, se constituyen en la única fuente de agua dulce permanente en medio de una ecoregión descrita como “muy agreste por sus pulsos climáticos de calores y fríos extremos”. Es en realidad el humedal del que dependen tanto, los pueblos indígenas que habitan esta extensa región, como las especies de animales y plantas que se han adaptado a las condiciones extremas del Gran Chaco. 

 

Precisamente por el reconocimiento del papel fundamental que juegan los humedales en el Mundo, en 1971 se realizó en Ramsar - Irán, una Convención para tratar por primera vez como tema específico estos ecosistemas en particular. La Convención se de RAMSAR se tornó entonces en un convenio, un tratado internacional entre gobiernos que, entró en vigencia a partir del año 1974 y al cual se suscribieron a esta convención 135 países, (hoy en día están suscritos más de 180 países) con el objetivo principal de implementar acciones nacionales con apoyo de la cooperación internacional para la conservación y uso racional de los humedales y todos los recursos asociados a éstos.

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La selección de los sitios que hoy en día se enlistan como RAMSAR, y se conocen comúnmente como “sitios RAMSAR”, se basa principalmente en la importancia que éstos tengan en términos ecológicos, botánicos, zoológicos, limnológicos o hidrológicos a nivel internacional.Cualquier humedal que cumpla al menos uno de los criterios establecidos para la identificación de HUMEDALES de importancia internacional, puede ser designado por la autoridad nacional competente para su inclusión en la Lista de RAMSAR.

 

Bolivia se suscribe a la Convención RAMSAR desde 1976, actualmente es el país que tiene la mayor superficie de sitios enlistados como RAMSAR en el mundo. El Palmar de las Islas junto con las Salinas de San José que, provee agua a muchas especies de anfibios, reptiles, mamíferos y aves jugando un papel fundamental durante periodos críticos de los ciclos de vida de estas especies, fue incluido en el marco del Convenio de RAMSAR desde el 17 de septiembre de 2001.

 

Actualmente continúa siendo uno de los lugares más remotos y poco conocidos del país, propicio para desarrollar actividades de investigación sobre todo aquellas referidas a la importancia del lugar para la conexión de las poblaciones silvestres entre el ecosistema chaqueño y el Pantanal. Y también como zona de valor cultural por el carácter sagrado y uso por parte de los pueblos Ayoreode, Chiquitanos e Isoseño- Guaraníes.

Llegamos al atardecer y pudimos vislumbrar la enorme cantidad de palmeras de Palma Real en el lugar, es abrumador y comenzamos a diseñar y planificar cómo realizar las tomas al día siguiente. Después la jornada se resume en instalar cada quien su carpa o tienda de campaña, preparar la cena, compartir historias bajo el cielo estrellado y descansar por la noche.

 

Al día siguiente por mi parte disfruto la sensación de, levantarme con el sonido de las aves en vez del sonido de una ciudad apurada por “producir”, con los colores morado anaranjados que tiñen el cielo frente a mi carpa en vez del brillo de una pantalla que por lo general da malas noticias matutinas, y con el olor del café recién hecho en la brisa fresca de la mañana en vez del ¨bip¨ de un microondas. Tomo la taza de café en mis manos y observo como el sol termina de salir, justo antes de que caiga la bruma y el paisaje se cierre completamente ante nuestros ojos. Ahí está el gran Palmar, sin embargo, parece mantenerse lejano a pesar de que el punto en el GPS nos confirma que estamos en él, estamos ahí pero no lo podemos ver, mucho menos fotografiar, y así una vez más la naturaleza nos recuerda que aquí, no se obedecen nuestros tiempos sino los del Iya.

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A pesar de las nubes decidimos explorar alrededor, pronto encontramos una laguna cercana a nuestro campamento y de repente, Don Nicolás se agazapa como un gato que acaba de ver un pequeño pajarito.

 

  • Anta, anta – nos susurra, haciéndonos un gesto para que nos callemos y avancemos agachados.

 

El anta está adentro de la laguna, un curichi pequeño cubierto con una capa vegetal que simula ser una gran alfombra verde flotante. El anta sale del agua, eleva la trompa, olfatea y se vuelve a sumergir, es tan grande que, ocultar el cuerpo completo debajo del agua se le dificulta. Es fácil seguirle el rastro. Disfrutamos el espectáculo varios minutos, hasta que ella sola decide salir del agua y perderse en el bosque.

 

Don Nicolás ha tomado las fotos de registro y procede a anotar su avistamiento en su GPS, su tarea no consiste en cuidar mascotas, sino individuos como el que acabamos de ver, que es una tarea similar a cuidar el arca de Noé.

 

Es curioso que, en Bolivia quizá exista más gente que conozca qué es un elefante antes que un anta. Este mamífero, también llamado tapir cuyo nombre científico es Tapirus terrestres, es un perisodáctilo, emparentado con los caballos, aunque curiosamente en realidad su pariente vivo más cercano es el rinoceronte. El anta actualmente en Bolivia es una especie amenazada por la cacería y pérdida de hábitat. Consideramos éste y el avistamiento de unas liebres del Chaco muy raras de ver como nuestros logros del día.

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Jamás se comparará la sensación de ver un animal libre y en su entorno con aquella a la de verlo en un zoológico o fuera de su medio. Así como tampoco se comparará la sensación de apreciar una hermosa palmera de adorno en un jardín con la abrumadora sensación de estar dentro de un palmar de miles de palmeras que se yerguen majestuosas en su máximo esplendor. Esos son quizá los momentos en los que uno comprende que en el gran escenario de la vida solo somos parte del elenco y para nada los protagonistas principales de la obra.

 

Decidimos quedarnos un día más para poder volar los drones y esperamos lograr las imágenes que vinimos a buscar. El nuevo día nos recibe nuevamente con bruma y nubes, pero de repente el cielo nos da una tregua y a pesar de las pocas gotas de lluvia que caen, logramos captar las imágenes que venimos buscando incluso con un arcoíris que enmarca el gran Palmar.

 

En un mundo en el que, actualmente las noticias nos muestran osos polares que pierden se territorio al punto de morir de inanición, en el que la población en China tiene que utilizar barbijos para protegerse de la contaminación ambiental, en el que se pierden especies a una velocidad nunca antes vista y en el que cada día se ve que la naturaleza va en declive, es muy satisfactorio conocer la riqueza que tenemos en casa, por muy difícil que haya sido llegar a lugares como al que pudimos acceder.

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Dos días después de estar de regreso en la ciudad, nuevamente rodeada del ruido de las bocinas, el tráfico y los gases que desprende todo el parque automotor, casualmente vuelvo a encontrarme con Carlos Pinto, con quien nos miramos y reímos como si los dos supiéramos ahora algo que nadie más sabe.

 

  • ¿Y, cómo les fue? – me pregunta con una gran sonrisa en el rostro.
  • ¡Bien! – le contesto yo con la misma sonrisa.
  • ¿Llegaron?
  • ¿Hasta allá? - me pregunta
  • ¡Hasta allá! – le respondo
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Textos: Gabriela Tavera/Fotografia: Andres Unterladstaetter

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